Victoria Ocampo y la revista Sur

tapa del libro Los grandes filósofos - Karl Jaspers - editorial Sur 

(Buenos Aires)

Victoria Ocampo nació un 7 de abril. Fue fundadora y directora de la revista Sur. Google la ha homenajeado hoy.
Cuando fui invitada en 2010 a participar en las III Jornadas Internacionales de mujeres escritoras en las ciudades de San Pablo y de San José de Río Preto (Brasil) hablé de Victoria Ocampo en mi ponencia, además de otras notables escritoras argentinas.
En 2012, nuevamente invitada a participar en las V Jornadas Internacionales de mujeres escritoras en San Pablo y en San José de Río Preto, llevé conmigo un ejemplar de la revista Sur, uno de cuyos temas era un Diálogo entre las culturas, para la Academia Paulista de Letras, ejemplar que recibió la escritora Anna María Martins, académica y escritora, en la ciudad de San Pablo donde se desarrollaban las jornadas.
A continuación publico un fragmento de mi ponencia para las III Jornadas Internacionales de Mujeres Escritoras en San Pablo y en San José de Río Preto (Brasil)


Victoria Ocampo y la revista Sur 

Fundadora y directora de la Revista Sur -que se publicó regularmente entre 1931 y 1970-. El académico John King escribió un libro dedicado al estudio de la revista Sur y su papel en el desarrollo de una cultura.
La historia de Sur abarcó  – si incluimos la producción irregular de los últimos quince años – medio siglo y unos 350 números.

Cito a King:

"...El hecho de elegir una revista como tema de investigación refleja la realidad de la vida literaria argentina en el siglo XX. Este tipo de publicaciones ofreció a muchos escritores su principal oportunidad de expresar sus ideas en forma de obras literarias y críticas, o bien en ensayos generales. Casi todas estas revistas sólo duraban unos cuantos años, o, en algunos casos, unos pocos números; pero Sur, gracias a la calidad de sus colaboradores y a la sólida base financiera de su fundadora, Victoria Ocampo, llegaría a ejercer una influencia importante sobre varias generaciones....".


"...Afirmaré que Sur no debe considerarse simplemente como una antología que se publicaba mensual o bimestralmente, sino más bien como un proceso - con su propia historia y sus conflictos internos - que se desarrolló en cierto marco político y cultural. Sus lineamientos fueron notablemente coherentes durante todo el período de su publicación y por tanto, si mi metodología es buena, puede ser confiable a través de las condiciones cambiantes de Argentina a medidados del siglo XX. Por consiguiente, escogeremos sobre todo la historia literaria. Colocaremos la revista dentro del desarrollo muy específico de las letras argentinas durante el siglo XIX y comienzos del XX, y luego trataremos de explicar cómo elaboró y alteró estas tendencias durante los cuarenta años de su publicación regular. Las opiniones de Sur sobre la literatura y la vida llegaron a ser la fuerza más poderosa de las letras argentinas durante este período, y todas las demás formas de expresión cultural pueden ser definidas por su acuerdo o desacuerdo con las premisas centrales de la publicación. No es posible divorciar el mundo literario del marco histórico general, y se prestará especial atención a los acontecimientos ocurrridos en Argentina y en la historia universal, a los que la publicación se vio obligada a responder y que forjaron su curso, en particular, el surgimiento del fascismo y el comunismo, la segunda Guerra Mundial y el ascenso y la caída de Juan Domingo Perón...".
"...Cada revista se asigna un espacio, a sí misma, en el campo intelectual, estableciendo los límites entre su propia obra y otras tendencias: en el caso de las revistas pequeñas, los límites son muy claros. En el caso de publicaciones como Sur, que nunca declaró sus principios en un manifiesto abierto y que duró muchos años más que la vida breve y tintilante de una pequeña revista, la busca de unidad es más compleja, y hay que hacerla en un cuerpo de práctica o en un ambiente general, y no en una abierta declaración de principios. Puede argüirse que imponer un orden a revistas ya tan viejas y establecidas como la Nouvelle Revue Francaise, la Revista de Occidente, o Sur es equivalente a simplificar y a deformar. ¿Cómo puede un material tan diverso, aparentemente ecléctico, considerarse como parte de un proyecto coherente? Jorge Luis Borges, el principal escritor de Sur, cuyo desarrollo literario ofrecerá un importante enfoque al texto, vio la revista como ecléctica más que dinámica:

Cito a Borges:

"Y además, Victoria (Ocampo) tenía una concepción bastante curiosa de lo que era una revista literaria, y sólo quería publicar textos de colaboradores ilustres, y no deseaba notas sobre el teatro, el cine, los conciertos, los libros...Y todo eso es la vida de una revista, ¿verdad? Es decir, eso es lo que el lector quiere encontrar, mientras que si encuentra un artículo de cuarenta páginas firmado por Homero y otro de cincuenta firmado por Víctor Hugo, eso no le interesa".

Cito a King

"Aunque hay mucho de verdad en lo que dice Borges, Sur no sólo era un aleatoria antología de luminarias extranjeras. Ni siquiera la revista más voluminosa puede ser infinitamente ecléctica, y en cuanto se introduce un elemento de elección, se vuelve inevitable la cuestión de un principio o de un programa, aunque sólo sea implícito. Como se ha dicho, Sur en realidad ofreció un discurso notablemente coherente:
un pequeño grupo de escritores, con una actitud particular hacia Argentina y hacia las letras universales, permaneció unido durante varios decenios, consagrado a una empresa colectiva...".



Acerca de Victoria Ocampo

Cito a King:

"...Su temprano interés en el teatro no fue fomentado, pues se consideraba que tal era profesión indigna de una dama: el teatro era considerado como una forma popular y baja de entretenimiento en Buenos Aires, al que los inmigrantes acudían en gran número. Su educación se limitó a los idiomas y a la historia argentina, subrayando los atributos y el decoro necesarios para que una joven fuese después una buena esposa. Poco antes de cumplir veinte años escribió a una íntima amiga suya, Delfina Bunge, que, después se casaría con el novelista Manuel Gálvez: "Literato es una palabra que sólo se toma en sentido peyorativo en nuestro medio (...) Si se trata de una mujer, es indefectiblemente una "bas-bleu", una "poseuse" (...), En cambio, la palabra estanciero tiene prestigio. Significa (...) "veau", "vache", "cochon", "couvée".
Empezó a sentir cuán sofocantes eran muchas de las actitudes tradicionales de su propia clase, pero se encontró atrapada dentro de sus confines. Las mujeres estaban excluidas de las instituciones varoniles, fuesen políticas y culturales: el salón fumador y el club eran los espacios en que residía el poder. Se casó pronto, y desastrosamente, con un joven hacendado Estrada, en un intento de liberarse de las limitaciones familiares. El matrimonio duró sólo unos cuantos meses, aun cuando ella viviera bajo su sombra durante más de un decenio, obligada a ocultar a su familia y a sus amigas una prolongada relación amorosa, en una sociedad en que el divorcio estaba prohibido. Sus escritos ulteriores se concentrarían en cuestiones femeninas y claramente se identificó con la protagonista de "Un cuarto propio" de Virgnia Woolf. La mujer que quisiera ser escritora había de encontrar la riqueza y la independencia necesarias para crear, libre de las limitaciones económicas, o intelectuales impuestas por los hombres. Sur se convirtió en su "salón"...".

"A pesar de todo, el temprano desarrollo literario de Victoria Ocampo estuvo marcado por toda una serie de relaciones amor/odio con ciertos escritores. En realidad, ella tuvo poco que ver con la efervescencia literaria de los años veinte. No volvió a ir a Europa, desde la época de su matrimonio, en 1913, hasta 1928, y así se perdió un período emocionante que otras mecenas litearias, como Nancy Cunard y Peggy Guggenheim, habían vivido plenamente. También tuvo poco que ver con jóvenes escritores argentinos, excepto sus íntimos amigos como Güiraldes, aunque está segura de haberlo encontrado en conferencias o lecturas en Amigos del Arte. Publicó su primer artículo en La Nación, en 1930 (Babel, sobre Dante), y después extendió éste, convirtiéndolo en un breve libro, De Francesca a Beatrice (1924), que fue publicado por la Revista de Occidente en Madrid, habiendo sido antes rechazado en silencio por Paul Groussac. Estos escritos tentativos, junto con cierto número de recitales en francés y varias conferencias dadas en Amigos del Arte, estaban "audessus de la melée" de la vanguardia de Buenos Aires, muy diferentes del tono polémico y juvenil euforia de otros escritores de su edad.
Los primeros contactos de Victoria Ocampo con la vida literaria no se efectuaron en el bullicio de las pequeñas revistas, sino por su condición de anfitriona de importantes intelectuales extranjeros.
Sur reflejaría luego el mismo interés: la editorial extendería una hospitalidad similar a la que ofrecían las casas de Victoria Ocampo en Palermo Chico, San Isidro y Mar del Plata...".

El filósofo Ortega y Gassett intentó hacer una descripción sutil de Victoria Ocampo: la consideró como fusión del cuerpo de América y del espíritu de Europa. En sus cartas, se convirtió en "La Gioconda de la Pampa". Esta observación y otras hicieron que las relaciones entre Ortega y Ocampo se enfriaran durante los veinte (cito a King).

Victoria Ocampo se reunía con Ortega, Keyserling y Tagore, "confirmaron la convicción de Victoria Ocampo sobre la aristocracia del espíritu y la necesaria superioridad de la literatura y el arte, también le dieron conciencia de las ventajas y desventajas de su sexo y constituyeron una nueva etapa de una tentativa rebelión feminista. Desventajas, cuando se empleaban como imagen de "machismo telúrico": ventajas, cuando siendo una mujer hermosa y rica, de poco menos de cuarenta años, pudo visitar París e Inglaterra en 1929 y entrar en contacto con la crema de la vida intelectual. Fue amante de Pierre Drieu de la Rochelle, y gracias a él conoció a André Malraux y a Aldous Huxley. Visitó a Adrienne Monnier en su librería de la calle del Odeón, atestada de libros en que se exponían las últimas corrientes del pensamiento europeo. Por ello cuando volvió de Europa en 1929 y conoció en Buenos Aires al escritor estadounidense Waldo Frank, tal vez estaba "liberándose de los titanes", según la evocativa frase de Jung. (*)Fue Frank quien la persudió de lanzar una revista literaria, y el momento le pareció propicio...".
 (*) "Victoria Ocampo sentía un compulsivo culto al héroe y esto podía cegarla. La conducta de Victoria fue clasificada por Jung como la de una figura de anima, poseída por los demonios de la tierra cuando el conde Keyserling lo consultó acerca de V.O., quien lo había invitado a la Argentina y había mantenido con él una correspondencia durante más de un añopara acabar visitándolo en Alemania. Este entusiasmo fue mal interpretado por el conde, quien se desconcertó y sintió gran indignación al encontrarse físicamentel rechazado..". La interpretación que hizo Jung es que "V.O. está poseída por sus demonios terrenales, tal vez prefiera ser destrozada por los titanes, como ocurre en muchas de tales figuras de anima...". (King).

"...Victoria Ocampo había abandonado anteriores incertidumbres, cobrando conciencia de que podía frecuentar a los grandes nombres de la literatura y del arte, en condiciones de igualdad. En un mundo literario en que los artistas casi se morían de hambre, su riqueza la puso naturalmente en el papel de mecenas, aun cuando a menudo le ofendiera este título, como lo señalaban los biógrafos de Drieu la Rochelle".
 "Sin embargo, después, en circunstancias diferentes, ella no vaciló en afirmar su dominio financiero de Sur: "Sur me ha pertenecido y pertenece materialmente. En lo espiritual, ha sido compartida por un grupo de escritores".

Conclusión

En la Conclusión que John King hace de su estudio sobre la Revista Sur, voy a destacar algunas cosas:

“…Los poetas publicados en Sur procedían de la capital o habían hecho de Buenos Aires su hogar espiritual. El interior del país, salvo muy raras ocasiones, no era siquiera considerado. ..”.
 En cuanto al foklore: “…Una encendida defensa de los valores populares, obra de María Elena Walsh, es interesante por causa de su rareza y por la vehemencia de sus argumentos. Walsh había publicado varias veces en la revista a finales de los cuarenta, y fue invitada a escribir un artículo para el número conmemorativo del sesquicentenario de la República en 1960. En este número en particular se hizo un esfuerzo deliberado por elogiar la voz colectiva del pueblo y criticar la indiferencia de los intelectuales basados en la ciudad a su propia herencia cultural: “El sudamericano ilustrado sujeto a ciertas convenciones de élite no acepta el folklore sino una vez maquillado y de etiqueta..”.

Cito a King:

“Se trata de un apasionado alegato, de reconocer el valor de la cultura folklórica, en particular en el nordeste del país. Tal tarea claramente estaba más allá de los límites que Sur se había impuesto; siempre había considerado que el folklore, en cualquiera de sus formas, estaba fuera de su ámbito. Desde sus primeros números, la revista no se había aventurado al interior.
Una vez más, quedó reservado a otros grupos de artistas e intelectuales comprometidos llamar la atención de Buenos Aires hacia las miserables condiciones pero también hacia la cultura orgánica de zonas rurales remotas. La hora de los hornos de Solanas, ya mencionada, contrasta con las imágenes de “swinging Buenos Aires” y de escritores aristocráticos, con la pobreza de regiones del norte, especialmente de Tucumán. Un grupo de artistas junto con el movimiento sindical organizaron en 1968 una exposición intitulada “Tucumán arde”, que mostraba fotografías, películas y grabaciones de las brutales condiciones que padecían los obreros y campesinos de aquella zona. Aquél no era el mundo de Sur, y María Elena Walsh se apartó de la revista, para convertirse a finales de los sesenta en la principal figura del movimiento “canción nueva” argentina.

El cierre de Sur

Para continuar Sur habría tenido que incorporar nuevo personal, confiar en el juicio de otros escritores y prestar atención más particular a los problemas de la Argentina y de América Latina. En otras palabras, tendría dejado de ser Sur.
Victoria Ocampo comprendió esto y abrumada por preocupaciones financieras pero, ante todo, por un gran sentido de inutilidad, dejó  la publicación regular de la revista.

Tal vez como concesión a los tiempos, pero más probablemente para mostrar su desprecio a éstos, la gran anfitriona de sociedad eligió una imagen humilde para describir el cierre de la revista: “En toda mujer se oculta una ama de casa que ejerce su vocación de fregona en los más variados menesteres (…) Barramos pues el piso, enjuaguemos los platos, colguemos las cacerolas, apaguemos las luces (cuestan caro), abramos la ventana para ventilar…”.

“La revista dejó de aparecer pero, por lo visto, nadie se dio cuenta. Procedió entonces a narrar su propia historia, publicando números dedicados a “lo mejor de” sus ensayos, cuentos, poesía y crítica de cine o bien a intereses especiales, como los derechos de la mujer, Gandhi y la no violencia…”.

La muerte de Victoria Ocampo en 1979

El cierre de Sur y la muerte de su fundadora dejaron un vacío en la cultura argentina, la principal revista cultural de Argentina en el siglo XX, según John King.

Según el escritor Ernesto Sabato, quien repitió el argumento de Borges:

Dijo Sabato acerca de Sur: “Jamás hubo allí ningún filtro ideológico o social, sólo había un filtro literario, que en ocasiones pudo ser equivocado, lo que es humano”.
Sin embargo, el investigador John King dice al respecto:

“ Y sin embargo, la pretensión de la revista de ser apolítica no puede considerarse como una realidad objetiva. Aspiró a ser la expresión de una intelectualidad que no se interesaba en los asuntos cotidianos, y sin embargo estaba firmemente arraigada en una tradición aristocrática liberal. Es obvio que sí había un filtro ideológico, que funcionó más o menos bien en cada etapa del desarrollo de la revista”.

“Sur habló de constituir un puente entre las culturas. Y sin embargo, pronto fue claro que en este puente el tráfico sólo correría en una dirección: de los escritores de Sur , sólo Borges sería abrazado con entusiasmo en el extranjero, y aun en su caso, no hasta los sesenta. Borges surge como una figura central del estudio precisamente por la calidad y extensión de sus colaboraciones. Con su ataque al realismo y a la especularidad, su transformación de la historia y la política en las “tramas” abstractas del arte y su vehemente elitismo, humorísticamente disimulado, hizo evolucionar una forma literaria que “resolvió” muchos de los problemas y de las tensiones de su grupo…”.

“…Ocampo, bastante ingeniosamente, comprendió la importancia de Borges para la literatura argentina y universal. Irónicamente, un escritor con el que nunca se había sentido ella a sus anchas, había llegado a justificar su revista:

Cito a Victoria Ocampo (Visión de Jorge Luis Borges)

“Era tener en mano un as de triunfo, un futuro pasaporte que nos daría acceso a la alta sociedad literaria contemporánea, a nosotros, los argentinos que hablamos el idioma de los argentinos, con toda nuestra argentinidad y nuestra universalidad irrenunciable (que es uno de los rasgos de los mejores argentinos”.


Cito a John King:

“Como institución cultural con considerable influencia, la revista ayudó a trazar el curso de las letras argentinas en el siglo XX. Fue constantemente vilipendiada, y sin embargo, sus detractores no pudieron ofrecer ninguna otra estrategia duradera: los “modernizadores” de los sesenta estuvieron, de muchas maneras, repitiendo lo que Sur había logrado realizar durante los treinta y los cuarenta.

“Se juzgue como se juzgue a la revista, Sur es una de las realizaciones más importantes de la vida cultural de América Latina. De esta manera, puede decirse que su fundadora, Victoria Ocampo, en tempranas palabras de Waldo Frank, fue “profetiza de su país”.

(c) Araceli Otamendi 

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