El hombre de Senegal - En el Día Mundial del Migrante
(Buenos Aires)
El otro día estaba en un bar y entró un hombre que vendía baratijas, pulseras, relojes, anillos. Era gordo y vestía una túnica larga de colores, el diseño parecía de África. Iba mesa por mesa a ofrecer las baratijas y fantasías. Cuando llegó a la mía le pregunté de dónde era y me dijo en perfecto idioma argentino, español pronunciado como el que se habla en el Río de la Plata: "de Senegal". Le pregunté cuántos años hacía que estaba aquí y me dijo: "diez años". Luego abrió una especie de caja y me mostró la cantidad de anillos, pulseras y relojes que vendía, además de amuletos de la suerte. Entonces le pedí que me recomendara uno de estos últimos para la suerte y para contrarrestar la "mala onda". Enseguida me ofreció algo parecido a un ojo de color celeste, y una pulsera de colores.
Le pregunté entonces por el precio y me dijo: "cincuenta mangos", es decir hablaba en lunfardo, usaba la palabra "mangos" en vez de pesos. Después le pregunté el precio de un reloj y me contestó: "ese cuesta ciento cincuenta mangos". Pensé qué fácil se aprende el idioma coloquial cuando alguien vive varios años en un país y se encuentra obligado a hablarlo para desarrollar su vida.
Le compré al hombre de Senegal una pulsera, que después regalé y un amuleto para la suerte.. Cada vez que lo uso me pregunto cómo será el lugar del que venía ese hombre, cómo sería su vida antes de llegar aquí, y me acuerdo de la palabra "mangos", palabra tan usada en los tangos que aun se cantan y que algunos turistas se fascinan al escuchar.
(c) Araceli Otamendi
El otro día estaba en un bar y entró un hombre que vendía baratijas, pulseras, relojes, anillos. Era gordo y vestía una túnica larga de colores, el diseño parecía de África. Iba mesa por mesa a ofrecer las baratijas y fantasías. Cuando llegó a la mía le pregunté de dónde era y me dijo en perfecto idioma argentino, español pronunciado como el que se habla en el Río de la Plata: "de Senegal". Le pregunté cuántos años hacía que estaba aquí y me dijo: "diez años". Luego abrió una especie de caja y me mostró la cantidad de anillos, pulseras y relojes que vendía, además de amuletos de la suerte. Entonces le pedí que me recomendara uno de estos últimos para la suerte y para contrarrestar la "mala onda". Enseguida me ofreció algo parecido a un ojo de color celeste, y una pulsera de colores.
Le pregunté entonces por el precio y me dijo: "cincuenta mangos", es decir hablaba en lunfardo, usaba la palabra "mangos" en vez de pesos. Después le pregunté el precio de un reloj y me contestó: "ese cuesta ciento cincuenta mangos". Pensé qué fácil se aprende el idioma coloquial cuando alguien vive varios años en un país y se encuentra obligado a hablarlo para desarrollar su vida.
Le compré al hombre de Senegal una pulsera, que después regalé y un amuleto para la suerte.. Cada vez que lo uso me pregunto cómo será el lugar del que venía ese hombre, cómo sería su vida antes de llegar aquí, y me acuerdo de la palabra "mangos", palabra tan usada en los tangos que aun se cantan y que algunos turistas se fascinan al escuchar.
(c) Araceli Otamendi
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