Una vida entre libros de Pedro Lastra por Carla Cordua


(Santiago de Chile) Carla Cordua

La obra de Pedro Lastra Una vida entre libros: Letras de América es un logro notable acerca de una tradición literaria de varios siglos y proveniente de muchos territorios diversos pero a la vez emparentados entre ellos. La creatividad de la América hispanoparlante es lo que está en el centro de su erudita atención: se trata de un solo tema gracias a la unidad de la lengua, a la cultura cristiana y al origen colonial de nacionalidades que tuvieron que ganar su independencia política guiados por modelos lejanos. Los inmensos territorios de esta América, mal comunicados entre sí hasta hoy, en los que sus respectivos pueblos operan desde hace siglos, han contribuido a darle tenores diferentes a sus letras originales. Su rica variedad, en parte todavía insuficientemente explorada, agradece estudios como el libro de Pedro Lastra, que la examina, conoce y describe. Mucho ha sido ya logrado pero aún no estamos en posesión de una disciplina que reconcilie a fondo la variedad de esta América con su unidad potencial. El gran aporte de este libro es complejo e infrecuente: su autor piensa y dice lo que piensa en nuestra lengua y así nos alcanza a todos. Nos concierne e interpela ya que dependerá de nosotros atender a lo que contiene, comprenderlo y abrazarlo como cosa buena y oportuna que asumir y agradecer.

Dos decisiones principales de carácter personal pone en práctica el autor de este escrito y también de otras publicaciones suyas. Originalmente elige leer y es como lector continuo que todavía hoy se dirige a nosotros. Pero, además de leer quiso hacerse hábil en elegir con cuidado lo que vale y se justifica conocer, es decir, se hizo exigente antes de explicar y ofrecer a otros lo conocido. Para hacerlo bien este autor se dejará guiar por una virtud o afecto personal, que probará ser una motivación profunda y estable en él y que su dueño reconocerá como un rasgo propio suyo. Se trata de su amor a la cercanía, a lo próximo en vez de a lo exótico, a lo propio antes que a lo ajeno. La literatura americana en lengua castellana está cerca de su propia condición de hispanoamericano; su vocación lectora le recomendará autores, tipos de escritura, ingenios originales, famas y laureles cercanos. Lo suyo propio va creciendo y ampliándose interiormente sin hacerse extraño o lejano. Este sentimiento tan razonable hacia lo cercano, una vez puesto en acción como directiva vocacional, le revela al autor aquel campo productivo de las letras que ya tiene tras de sí una historia y que, en forma aún más provocativa, está ahora mismo aquí lleno de vida, creciendo y produciendo. La literatura hispanoamericana, dicha en cada caso en el español del lugar nativo de su gestación, resulta ser no solo local sino, en cuanto cercana al lector estudioso, lo suyo de él, lo casero y cotidiano que lo representa. Digo esto porque en efecto, Pedro Lastra menciona a menudo en su libro la "cercanía" de las cosas, las personas, los libros, sus temas y hallazgos. La cercanía es aquí siempre una virtud, un talismán gozoso, un descubrimiento enriquecedor. Nada cercano le resulta molesto o indigno. Es revelador de quien así elige que lo propio sea celebrar la cercanía. Aún más: será, hablando de lo apropiado, el crítico sinacidez, sin agresividad, dispuesto a concebir los desacuerdos como oportunidades de comprender mejor. Y, naturalmente, es al amor de lo suyo y lo cercano al que debemos agradecerle la dedicación fecunda de Pedro Lastra a la literatura hispanoamericana que incluye la producción de este libro.

Una vida entre libros contiene una diversidad notable de asuntos distintos sin abandonar nunca su territorio elegido: trae estudios críticos de narradores y de poetas, ensayos sobre pintores e historiadores, también de escritores premiados y de otros casi desconocidos y, para colmo, que fueron pronto olvidados. Recuerda ocasiones y encuentros internacionales donde reunirse con colegas y amigos y que acaban siendo, más de una vez, las circunstancias de conversaciones notables. Reproduce citas clásicas provenientes de textos que todos conocemos pero que no seríamos capaces de citar de memoria, y trae asimismo otras citas en lenguas extranjeras y no tan conocidas. Como ejemplo de ello, una proposición sabia y acertada que en pocas palabras caracteriza la coexistencia humana, es un decir de Alfonso Reyes: "Todo lo hacemos entre todos". Además, el libro describe bibliotecas y a ciertos bibliotecarios que merecieron ser llamados prodigiosos. Menciona conferencias y discursos, la publicación de revistas fundacionales, las ocasiones de reuniones y congresos internacionales que hicieron época. También ofrece anécdotas reveladoras y oportunas fotografías. Discute las relaciones entre diversas artes, la escritura y la música, la pintura y la literatura, y se detiene en los vínculos culturales entre Chile y Perú. Hacia el final de su libro Pedro Lastra ofrece una sentida memoria de su amistad con Alfonso Calderón que me inundó de nuevo con la tristeza que me produjo la muerte de quien fue también amigo mío. A lo largo de toda la obra se repite la mención reconocedora y agradecida de don Ricardo Latcham, "mi maestro", como el autor llama al que fue su admirado profesor en sus estudios universitarios de literatura hispanoamericana.

Leyéndolo, me dio que pensar en la compleja cuestión de la crítica literaria, actividad que es el contenido central del libro. "Crítica" tiene casi siempre varios sentidos; aquí se trata solo de la crítica literaria, pero esta exclusividad no priva al término de las ambigüedades que lo afligen en sus diversos contextos. Pues "criticar" quiere decir etimológicamente "analizar" y, más tarde, denota "juzgar"; lo cual, en relación con obras literarias, consistirá principalmente en un estudio evaluativo del contenido y de las formas de la obra. Creo que la evaluación artística depende, en cada caso, de lo que el crítico es capaz de ver en la obra considerada y también de su disposición para revelar lo que ve y piensa de su importancia. En parte el crítico verá de acuerdo con sus conocimientos; en otra, según sus gustos, hábitos y representaciones. Importan su comprensión de la época histórico-cultural de la obra, del idioma en que ella está escrita, del género a que pertenece lo evaluado y de su capacidad de figurarse las intenciones del autor. En relación con este libro de Pedro Lastra diremos que la apreciación literaria que su autor practica en él no se detiene en los vericuetos conceptuales del problema de la crítica. Su manera es, más bien, la del lector cuidadoso, atento, bien dispuesto y muy discreto. Me llamó la atención cierta leve diferencia entre el trato que recibe la prosa en contraste con el dedicado a la poesía. Pues esta última es objeto de un escrutinio no solo más intenso sino también más apasionado. La crítica dedicada a la prosa, esto es a la narrativa, la ensayística, la descriptiva, etc., es en este libro, dicho sea con todo respeto, más sosegada que la referida a la poesía. Ambas variantes de la evaluación que efectúa el libro de Pedro Lastra, carecen del lado severo y negativo que suele formar parte de la actividad crítica. Menoscabar o apocar al conjunto o a ciertos aspectos de una obra son partes de la operación normal de criticar. Me pregunté: ¿Qué pasa aquí? ¿Todo merece ser aprobado positivamente en último término? Pensándolo, di con lo que creo ser la razón de esta ausencia de una parte castigadora en el libro que presentamos. Lo que ocurre, pienso en definitiva, es que el escritor solo escribe sobre lo que considera logrado y merecedor de aprobación. No le nace estudiar y explicar aquello que no alcanza tales méritos que son los que hacen de un escrito algo interesante, duradero, digno de ser recomendado, placentero, edificante, amable. El autor no habla ni aconseja leer sino aquello que merece atención, interés y aceptación gozosa. Esta interpretación presupone que el crítico opera a partir de un programa adoptado a sabiendas por razones que lo convencen.

Un ejemplo de poeta que se guiaba al escribir por una doctrina inteligente establecida por él mismo para sus estudios, suscita la aprobación de nuestro autor. Pedro Lastra nos presenta algunos de los "recados" de Gabriela Mistral y otras notas en prosa en los que la poeta deja constancia de valerse de una doctrina de este tipo. Gabriela manifiesta "sus ideas sobre cuestiones fundamentales para todo escritor digno de ese nombre". "En numerosos textos en prosa, que a menudo llamó "recados" (porque se dirigía de preferencia a sus compañeros de letras) registró con lucidez y cordial insistencia su concepto de lenguaje, de los temas poéticos, de la importancia de las materias, cosas y elementos de la realidad cotidiana vistas desde lo que definía como el "ojo transformador", de la disciplina que debe imponerse el escritor. // Tales notas configuran una suerte de poética o de "guía cardinal" que por una parte la revela a ella misma como practicante rigurosa de su doctrina y, por otra, aspira a difundir esos principios entre sus lectores...". Otra versión de la práctica de una crítica literaria sin reservas ni agresividad expresa, pudiera estar procediendo de acuerdo a una declaración de Alfonso Reyes: "Se me retrucará que hay un cierto sesgo en los pensamientos que manifiesta el propósito de no entrar en polémicas, y yo declararé, avergonzado, que creo más en las ideas que en las coces, y mucho más en la parte constructiva que en la parte adversativa de las ideas…".

(c) Carla Cordua

Santiago de Chile
Carla Cordua es una académica chilena


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